miércoles, 11 de septiembre de 2013

Descubierto un Van Gogh de su serie floral en El Pais


Puesta de sol en Montmajour es el título de todo un nuevo hito en la historia del arte: el materializado en esta tela pintada en 1888 por Vincent van Gogh y presentada hoy por los responsables del museo Van Gogh de Ámsterdam con honores de verdadero bombazo informativo.
Ejecutada durante la estancia del artista en la ciudad francesa de Arlés, la pintura tiene una historia particular. Si bien pertenece a la misma época de Los girasoles, La casa amarilla y La habitación del artista, tres piezas clave en la trayectoria del loco del pelo rojo, su rastro se perdió tras su venta, en 1901, al marchante galo Maurice Fabre. En 1970, el coleccionista noruego Christian Mustad lo arrumbó enfurecido en el ático cuando un rival le convenció de que no valía nada. En 1991 llegó a manos del museo para su análisis, pero los expertos no pudieron confirmar la autoría. Oficialmente, se trataba de “un falso van gogh”. Hace dos años, el nuevo dueño insistió, y su perseverancia ha sido recompensada. Ha conseguido un sueño, porque la mejora de las técnicas de análisis pictórico ha permitido la atribución de una tela sin firma. Consecuencia: su valor se ha multiplicado.
Los directivos del museo ya se han apresurado a declarar que —teniendo en cuenta que no ha habido hallazgos de nuevos van goghs desde 1928— un descubrimiento de este calibre no se recuerda en la historia del centro, abierto en 1973.
Puesta de sol en Montmajour es una obra grande, de 93,3 x 73,3 centímetros. “Es una rareza poder añadir un nuevo título al catálogo del artista”, dijo Axel Rüger, director del museo, al mostrar el lienzo. El centro, experto en encontrar nuevos ángulos a la marca Van Gogh, preparó la presentación con cuidado. Incluso reforzó la intriga cubriendo la obra con una tela. Como si estuviera aún en el taller del pintor.
Al contrario que sus colegas del Siglo de Oro, en especial Rembrandt, su maestro y modelo, el impresionista holandés no tuvo alumnos. Solía firmar además casi toda su producción y no ha sufrido problemas de atribución. A la hora de rastrear su trayectoria, además, las cartas remitidas a su hermano Theo y sus cuadernos de apuntes son una guía fiable. Aún así, se precisan pruebas científicas concretas para aceptar una autoría que puede aupar, o hundir, una subasta. Así que el museo encargó a dos de sus especialistas un estudio exhaustivo. Tras dos años de observar meticulosamente el estilo y analizar la pintura utilizada, colores, tipo de lienzo y su preparación, además del material epistolar, Louis van Tilborgh y Teio Meedendorp han concluido que sí, que se trata de un Van Gogh por todo lo anterior y “por las similitudes con otros cuadros del aquel verano de 1888”, aseguran.
“En las notas enviadas a Theo entonces, Vincent asegura que es un cuadro malogrado, tal vez porque combina trazos fuertes con zonas menos conseguidas. Se puede comparar con Las rocas de Montmajour con pinos (a lápiz, pluma y tinta), propiedad del museo de Arte Moderno de Houston, en el mismo paraje y de la misma época”, explican los autores del estudio.

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